jueves, 21 de febrero de 2008

Cambio de ambiente

He cambiado la obscuridad y el frío del invierno escandinavo por el calor húmedo y sofocante del verano de Buenos Aires. El cambio ha sido notorio y notable, incluso para nuestro gato Bamse que en cuestion de pocas horas ha visto transformada su existencia tranquila y sedentaria en un fárrago de viajes, ruídos, vibraciones y olores desconocidos, que han puesto a prueba su equilibrio síquico y emocional. Pero una vez más, el minino ha dado muestra de su fantástica capacidad de adaptación y resistencia, y aunque sufre con el calor, igual que nosotros, va adaptándose al nuevo ambiente.

Ambiente que no sólo es distinto en cuanto a la temperatura, sino tambièn en un sinnúmero de situaciones que se viven a diario. Qué decir por ej.,de los viajes en el servicio pùblico. Mientras en Estocolmo uno llega a la parada del ómnibus dónde hay una caseta para protegerse de la intemperie y casi instintivamente se lleva la vista a la planilla con los horarios del bus y luego consulta la hora para saber cuantos minutos faltan para su paso, en Bs.Aires la cosa es un "poco" distinta, porque en general nunca se sabe realmente cuándo el colectivo ha de pasar. Y qué decir de los frenazos, bocinazos y aceleradas, cosa què en la capital sueca casi no se conoce.

Estuve también intentando hablar por el celular al aìre libre, andando por Rivadavia al 3000 y tanto...y como había demasiado ruído por esa Avenida - ¿la más larga del mundo? - me corrì unos metros por la perpendicular, pero he aquí que allí también venía un camión ó colectivo haciendo sonar todos sus caballos de potencia por el escape irrestricto, de modo que la audibilidad en el teléfono se hacía casi imposible. Seguí unos metros más, pensando que así tendría más tranquilidad, cuando de pronto desde un balcón del primer piso, sale un perrazo ladrando a todo pulmón, porque parece que a él también le molestan los humanoídes que utilizan el celular.

Una amiga mía todavía recuerda con una sonrisa, cuando yo le relataba que en Suecia casi no se escucha ladrar a los perros. Aunque en medio de todas estas diferencias, hay algo que Estocolmo, o mejor dicho sus habitantes, se estan pareciéndose cada vez más a los de Bs.Aires, y es que en las veredas y calles de la capital sueca, parece que cada vez hay más dueños de perros que "se olvidan" de levantar lo que sus mascotas van dejando como muestra de sus necesidades fisiològicas.

Por supuesto que, parafraseando aquel dicho del chancho, aquì dirìamos que "la culpa no la tiene el perro, sino quién lo lleva a pasear".