domingo, 7 de julio de 2013

Dos mundos y una niña guayaquí.




JEHAN ALBERT VELLARD (1901-1996) fue un médico francés dedicado a la etnología (estudio de las razas) que allá por los años 20 llegó a Sudamérica enviado por el Museo del Hombre de París para hacer estudios de su especialidad entre las distintas tribus indígenas de la región. Recordemos de paso, que los estudios raciales tenían por aquella época en Europa, una gran importancia y trascendencia debido a las distintas teorías en curso. 

En 1931, el doctor Vellard llegó al Paraguay y decidió hacer una incursión por el Alto Paraná en procura de hacer contacto con los aché, más conocidos como guayaquíes, una tribu de costumbres nómadas, muy primitivas, de los cuales muy poco se conocía. Al acercarse a los dominios de los guayaquíes, Vellard y los hombres que lo acompañaban, fueron recibidos con una lluvia de flechas a lo cual respondieron los guías de Vellard con armas de fuego que provocaron la huída de los indígenas.

Al día siguiente de ese episodio, los hombres hicieron un recorrido por los alrededores, dónde encontraron efectivamente lo que había sido el asentamiento de los guayaquíes con claras  evidencias de un abandono apresurado del lugar. Cuando los hombres de Vellard regresaron al campamento traían colgando en un palo, atada de pies y manos con algunas lianas, a una criatura que el etnólogo pensó en su primer momento se trataba de un monito. Pero al examinarlo mejor, comprobó que en realidad se trataba de una niña guayaquí que los hombres habían encontrado en el asentamiento abandonado. Aquel trato provocó el enojo del francés que les hizo desatar a la criatura y al final, pagándoles cierta suma de dinero, se quedó con la niña.

La pequeña tendría unos 2 años aproximadamente cuando el Dr. Vellard la llevó a su casa – por entonces él investigador vivía en el Perú -  donde junto con su madre, comenzaron a cuidar de la niña y a educarla de acuerdo a las pautas culturales de un niño blanco  de aquella época. Se dice que después de algunos meses ya la niña había empezado a pronunciar las primeras palabras en francés. Así fue como, al poco tiempo había aprendido el francés, y después aprendería también el español y el portugués. 

De esta manera comenzó la nueva vida de quien sería conocida como Marie Yvonne Vellard, y que, sin proponérselo,  le sirvió al médico francés para sacar sus propias conclusiones etnológicas, las que después volcaría en sus muchos libros escritos sobre el tema. Otros estudiosos franceses también investigaron el caso de Marie Yvonne por su relevancia científica.

Pero Marie Yvonne no fue solamente un “objeto de investigación”. Cuando ya adolescente, comenzó a acompañar a su padre adoptivo en los viajes de investigaciones y estudios que éste hacía, y así fue como llegaron en una ocasión a Bolivia, más precisamente a la zona del Titicaca, para estudiar las costumbres de los aimaraes.  Allí los nativos al principio se mostraron muy reacios a entablar contacto con un hombre blanco, pero con la mediación de Marie Yvonne, quien les fue relatando su propia historia, los nativos aceptaron finalmente que el etnólogo, con su hija por supuesto, viviera un tiempo con ellos.

Fue en Lima, Perú dónde Marie Yvonne  realizó prácticamente todos sus estudios, primarios y secundarios, los cuales completó con cuatro años  en el Instituto Riva Agüero de la Universidad de San Marcos, donde  recibió el título de Etnóloga, igual que su padre adoptivo, al cual continuó acompañando en sus viajes de investigación, que los llevaron hasta Tierra del Fuego, en el sur del continente e incluso al Artico.

Posteriormente ella misma hizo sus propias investigaciones, aunque según dice la crónica, nunca regresó a su Paraguay natal. 

La historia de Marie Yvonne Vellard fue motivo en muchas ocasiones de artículos en distintos medios del mundo. En 1950  “El Correo de la Unesco” publicó un artículo escrito por el Dr. Alfred Métraux,  rubricando sobre todo la importancia que tenía el caso de Marie Yvonne para demostrar la unicidad de las razas en cuanto a sus posibilidades de desarrollo y que las diferencias entre ellas no son más que culturales. En 1966 la revista Selecciones le dedicó un artículo, que dicho sea al pasar, fue el que me llevó a conocer e investigar un poco más sobre éste fascinante caso de transvasamiento cultural.  También el ABC de Paraguay le dedicó un artículo el año psdo cuando se cumplieron 80 años desde que Marie Yvonne Vellard, la niña guayaquí, entró en contacto con la civilización.