miércoles, 7 de mayo de 2008

La tergiversacìón del amor

Después que el mundo se vio conmovido por el caso de Natascha Kampusch (Campus en español), la chica rumana que estuvo secuestrada como diez años en manos de un maniático, el cual se suicidó cuando se vio descubierto, ahora nos vemos nuevamente conmocionados por un caso aún más espeluznante que aquel.

Esta vez ocurrió en Austria, donde un “hombre” – aunque dudo que le quepa este calificativo – llamado Josef Frilzt tuvo encerrada a su propia hija en el sótano de la casa durante 24 años, y a quien violó sistemáticamente durante todo ese tiempo y con quien tuvo 7 hijos, productos de esa relación incestuosa.

Una historia realmente escalofriante y la cual nos deja infinidad de interrogantes y que van mucho más allá de la eventual complicidad de la esposa del maniático, o sea del padre-abuelo como resultó su relación con las criaturas que concibió la propia hija, la cual sería también “hermanastra” de sus propios hijos…

Este caso da por sus características tan particulares, para todo tipo de análisis e interpretaciones de acuerdo al interés de cada uno. Lo podemos encarar desde el campo religioso, antropológico, sociológico, político, etc. Yo voy a intentar el mío, pero a modo de una reflexión crítica, sobre todo pensando en aquellos que postulan que el hombre es “esencialmente bueno” y que es la sociedad la que lo pervierte.

Y comienzo con una pregunta: ¿existe un límite para la maldad humana? Aquí no podemos achacar lo sucedido al manido argumento de la “ignorancia” y “ falta de educación”. Evidentemente este monstruo era “intelectualmente muy capacitado”. Era, o es según dicen “técnico electricista”, pero por alguna misteriosa razón algo en su interior “entró en cortocircuito”.

Intentando responder a mi pregunta del párrafo anterior, podemos decir que no hay límites para la maldad humana, como tampoco debiera haberlo para el AMOR. Pero uno de los problemas que tenemos hoy en día, en nuestro tiempo de la “civilización super-desarrollada”, es que el amor se ha “licuado” tanto, se ha hecho tan “light” que ya no sabemos dónde encontrarlo ni dónde ubicarlo. Y por lo tanto tampoco funciona como “contra-balance” o antídoto de la maldad.

Hoy el amor se ha “carnalizado”, se ha sexualizado, se ha corrompido de tal manera, se ha comercializado tan asquerosamente, que cuando uno escucha o lee esa palabra, - que debiera ser sinónimo de caridad, - no sabemos si se está hablando de una virtud, - que debiera ser la más excelsa, la más pura, la más noble y sublime, - o por el contrario estamos haciendo alusión a una patología propia de estos tiempos “post-modernos”, como algunos gustan llamar.